Benigna es la protagonista de la
obra “Misericordia” de Benito Pérez Galdós, mediante la cual, el autor trata de
evocar al lector una de las virtudes máximas del justo que más nos acerca a
Dios, atribuida a este personaje en torno a la que gira esta historia.
Galdós, que a su
vez es el narrador del relato, describe al personaje como una “señora” pura,
bendita, como si fuese la encarnación de un ángel en la tierra que siembra el
bien en ésta. Se trata de una mujer con “cierta
gracia interesante que, manoseada ya por la vejez (es decir, no muy joven), era una gracia borrosa y apenas
perceptible”. Posee un rostro moreno con “expresión sentimental” no exageradamente arrugado que permite al
autor compararla a lo largo de la novela en diversas ocasiones con Santa Rita
de Casiana. No solo por su expresión, sino también por su carácter y forma de
ser, como indican algunas metáforas que realizan diversos personajes sobre
Benigna en el relato tales como “es usted
un ángel” entre otras.
Benina (conocida así coloquialmente por sus conocidos) vive con su
inseparable compañera, o al menos hasta el final de la historia, la señora
Francisca o Dña. Paca, a quien se refiere como mi señora.
En el transcurso
de la historia se aprecia claramente el contraste entre las personalidades y el
carácter de ambos personajes: frente a la bondadosa y cálida personalidad de
Benina está la cruel, fría y negativa perspectiva de su señora, quien en más de
una ocasión o más bien casi siempre, proporciona a la protagonista disgustos y
enojos que siempre acaba perdonando o disipando de algún modo. Doña Paca, madre
de Obdulia y suegra de Juliana, por quien es mangoneada, es una persona
soñadora, cegada por sus ambiciones y pensamientos de tal forma que no ve el
mundo con claridad. Culpa al Señor de todas sus desdichas, y todos sus berrinches
son descargados sobre Nina (a la cual se refiere de manera cariñosa). Sin
embargo, ésta última representa “el principio de la realidad” mediante el cual,
intenta aportar luz a los obtusos pensamientos de Francisca para que ésta salga
de sus fantasías propias de una clase media venida a menos[1].
No obstante,
debido a la cadencia de efectivo de la señora, ésta fue decayendo en la escala
social a lo largo de la novela, de ahí el por qué de los actos de Benina: ésta
se vio obligada a recurrir a la mendicidad para poder proveer a su señora de
medicamentos, comida y todo lo que ésta precisase, pasando épocas de angustia y
desesperación al no poder conseguir el dinero suficiente para conseguirlos.
Pese a todo, gracias a su fuerte carácter y a su resistencia frente a las
adversidades, consigue salir adelante fortaleciéndose aún más, aunque esto
suponga la pérdida de su dignidad/decoro. Sin embargo, su señora no tuvo idea de
que ésta consiguiese el dinero de tal indignante
manera, ya que Benina le había explicado que conseguía dicho efectivo gracias a
que trabajaba en casa del clérigo Romualdo, personaje ficticio que inventó para
no desvelar su descenso a la mendicidad.
Tras todas las descripciones positivas que enaltecen a la protagonista
por parte del narrador, se descubren ciertos defectos de Benina a través de
otros personajes de la novela en el transcurso de ésta, como la fama que se le
atribuye de sisadora[2]
entre los más destacados. Únicamente se conocen mediante la intervención de
otras personas en los diálogos que mantienen con Benigna, ya que debido a la
admiración/cariño que siente Galdós por este ser angelical, no indica nada en
su contra en la historia.
Aunque se conozca con detalle la vida de Nina, la cual transcurre a lo
largo de Misericordia, no se conoce
nada sobre el pasado de ésta a diferencia de otros personajes, por lo que el
autor (en la introducción) indica que se trata de un personaje con “más figura
que historia”. En el transcurso del relato se van conociendo ciertos rumores
sobre ésta, tales como la supuesta aventura que mantuvo con un general a los
treinta y pocos, que tuvo como resultado la maternidad de Benina. Ésta al
parecer dejó al supuesto bebé en manos de la iglesia. Aunque ninguna de estas
habladurías estuviera confirmadas, son la única pista que tenemos sobre su
pasado. Éste detalle confirma una vez más la relación que mantiene Benina con
Santa Rita de Casiana: el pasado de ambas es confuso y desconocido.
Pese a que su señora, con la que había pasado y superado tantas penurias,
la echase de casa al final de la novela, Benina sigue manteniéndose fuerte, e
incluso se siente libre tras ésto, que le ayudó en cierto modo para abandonar su
dependencia en sus amos y experimentar así una vida más autónoma.
Nina es la clara representación de la misericordia, ya que como indican
en ciertas ocasiones en la novela, parece proceder de otro mundo, y que está en
éste para influir en la vida de los demás mejorándola, olvidando la perspectiva
material y superficial que tienen sobre éste,
pensando no solo en ellos mismos.
Realizado por Paula González Martínez 4º ESO A